miércoles, octubre 25, 2006

Villavicencio desbordada por la indolencia

La ciudad crece no obstante el desgobierno. Hace 20 años apenas se avizoraba el turismo como una alternativa más en la búsqueda del desarrollo local. Hoy el turismo es una alternativa que se abre paso de manera espontánea, librando los obstáculos de la mala planificación de la ciudad, las crisis políticas y la poca preparación de la gente. Los servicios básicos han mejorado, pero bajo esquemas monopólicos y sin mostrar soluciones definitivas. La ciudad ha procesado y amortiguado problemas sociales desde sus inicios. Ha cumplido el papel de trinchera social ante las atrocidades de la violencia y también de zona transformadora de capitales ilegales. El crecimiento inusitado y caótico de su área urbana demuestra una gran movilidad poblacional, fruto de tensiones y soluciones entre lo urbano y lo rural. Solo hay que observar cómo simultáneamente crecen los tugurios y las mansiones.

La dinámica comercial de Villavicencio y su papel como centro de distribución regional mantienen vigencia. La ciudad ha estado sometida subjetivamente a fuerzas internas y externas. La realidad ha erosionado la ciudad sin que exista un sentido de orientación frente a las dinámicas vigentes. Preocupa la distribución del poder político y los alcances malévolos y métodos depravados que ha mostrado. La política de altura no tiene espacio, pero si lo tiene la politiquería y el clientelismo, los cuales actúan como requisito para acceder a los altos cargos públicos. En este esquema es posible que un buen político pueda sucumbir y dar paso a sus ambiciones personales pasando por encima de sus propios principios. Sin embargo, las sacudidas que dan los hechos pueden abrir espacios de cordura en los ciudadanos y despertar opciones políticas renovadas. Es lamentable reconocer que los ciudadanos indolentes necesitan de emociones fuertes para aterrizar y pensar en el futuro.

Los habitantes de la ciudad vislumbran caminos individuales, buscan su propio beneficio por encima de lo colectivo. Las opciones para las buenas intenciones son limitadas, al igual que las opciones para los estudiantes destacados. Las propuestas para el desarrollo de la ciudad son medidas con el lente equivocado, se tramitan según las pretensiones y ambiciones de los patrones de empresas electoreras poco calificadas. No vale que sea una buena propuesta, vale si permite perpetuar o fortalecer los apetitos malvados. No importa si el anillo vial se quiere convertir en una callejuela limitada por las invasiones premeditadas o si los terminales satélites ocasionan más muertos. Tampoco importa si la central de abastos no funciona como debe ser o si el plan maestro de acueducto y alcantarillado es el pretexto que sirve a los deshonestos para desangrar las regalías. Mucho menos importa, si la ciudad no tiene definido el tratamiento de las basuras o si algunos piensan que es buen negocio recibir las basuras de Bogotá.
La ciudadanía azotada por las malas decisiones está muy atenta a escuchar las propuestas de los próximos candidatos, quienes empiezan a mostrarse. La indolencia frente a los graves problemas debe terminar. Vale la pena dar un compás de espera y observar cómo se desarrollará el próximo debate electoral. Es posible que las prácticas politiqueras tengan que ser replanteadas, pues como dice el dicho: “al perro no lo capan dos veces”.

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