sábado, julio 29, 2006

viernes, julio 28, 2006

¡Ojo con el Camaleón!

De la fauna que produce la psiquis y el comportamiento humano y que vale ahora recordar, es el camaleón, el que produce las más repugnantes manifestaciones. El camaleón basa su estrategia en el camuflaje, en su mirada binocular y la efectividad de su larga y pegajosa lengua.

El camaleón esconde su propia naturaleza y muta según sus conveniencias. Su piel es rugosa y oscura como su conciencia. Sus ojos siempre atentos, pero bajo el poder de un cerebro discorde, apuntan en diferentes direcciones, vacilantes siempre, se muestra oportunista hasta la médula. El camaleón es celoso con su árbol, se aferra a las ramas, pero siempre está atento a los cambios. Sin dudar, piensa que está en su reino, pero la fortuna cimentada en las apariencias no dura demasiado, por mucho que intente demostrar control, el farsante siempre termina evidenciándose. El camaleón siempre es famélico, no duerme, sufre en su ansiedad por querer controlar todo. Su torpeza la suple con la capacidad de intriga y la falsa cortesía, entendida como hipocresía.

Cuando el camaleón se siente amenazado, despliega sus falsas pieles para parecer más amenazante, pero al primer momento de alerta, se despide rápidamente y evita cualquier encuentro. No confronta las ideas en público, pero lacera humanidades, haciéndole juego al embuste. La algarabía que lo acompaña puede escucharlo, pero con malicia, termina despreciando sus comentarios. La soledad lo agobia, aunque todo el tiempo está rodeado de supuestos partidarios. El peor de los destinos lo asecha. La supuesta traición está siempre a la vuelta de la esquina, pero todos saben que no hay traición cuando se desmiente al badulaque.

Los discursos del camaleón están llenos de babosadas y conciertos vagos, sin argumentos, recitados cual letra de canción de cuna. Le es difícil cambiar el repertorio, pues le obliga a pensar y reflexionar. Copia de donde pueda y todo lo que parezca exageradamente complejo y lo aprende de memoria para descrestar. Cambia de color ante cualquier variación del entorno. Cambia sus papeles pero no para transformar su mente, sino para parecer amigo. Salta como la liebre ante cualquier asomo de cambio, asume la palabra, toma la vocería pero lo que busca es conservar lo mismo de siempre, su ambiente preferido, el nido de la incompetencia. El fin del camaleón siempre es el mismo, victima de su propio proceder termina engañándose a si mismo. Construye un mundo de fantasías, defendiéndose de cuanta amenaza construye, rayando ya en el comportamiento paranoico.

O que tristeza, de la fauna humana, Dios nos libre. Que venga el gallo, el mono, el buey, el tigre, el perro y todo el horóscopo chino si se desea, pero no más camaleones. Lo malo es que los hay en todo sitio: en las empresas, en las escuelas, en las iglesias, pero es en el gobierno donde producen más daño. No tienen pertenencia, porque se pertenecen a su propia estupidez, el único proyecto de vida es sostenerse en su propia mediocridad.

Si usted conoce un camaleón escríbale un mensaje oculto, el sabrá tomarlo, pues así le ahorra la vergüenza de verse descubierto.

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