miércoles, junio 28, 2006

El rollo de la Competitividad

Manuel Javier Fierro Patiño. MVZ. Esp. Gestión y Planificación del Desarrollo Urbano-Regional.

Este vocablo muy utilizado en la actualidad, se constituye en piedra angular del paradigma económico del libre mercado, encontrándose ahora en todas las áreas disciplinares. Muchas veces se asume como credo religioso, sin aplicar siquiera el principio de la duda. Para que la condición de competitividad sea un activo de libre acceso, en un ambiente global, en donde todos los “competidores” tengan las mismas oportunidades, se requiere de unas reglas justas y diferenciales, de acuerdo con el nivel de desarrollo y las condiciones particulares de cada competidor; pues aunque en la globalización se asume que las condiciones nacionales tienden a homogenizarse, es completamente cierto que los contextos y espacios subnacionales son drásticamente diferentes. En este caso, los mercados de competencia perfecta solo existen en la teoría.

La solución a este dilema para los pequeños competidores, los considerados débiles y atrasados, es tratar de unirse, acceder a los servicios y bienes de manera eficiente y eficaz, identificando muy bien el producto y el mercado. Es conveniente hablar de competitividad aplicada al mundo empresarial, porque es donde realmente se manifiestan de manera directa los beneficios o pérdidas de la actividad económica. La empresa es la unidad en donde se debe centrar toda la atención, para que progresivamente logre ocupar y liderar los espacios dinámicos del mercado en proporciones cada vez mayores. Si esta no es la punta de lanza en materia de políticas públicas, la competitividad termina siendo un término mal utilizado. Esto se demuestra en el caso de la Agenda Interna y el Plan de Productividad y Competitividad, ejercicios que terminan constituyéndose en un fin para los gobiernos y no en medio para lograr los propósitos claves. La tarea concluyente no es elaborar una agenda o un plan, la tarea real es lograr resultados concretos que se manifiesten en crecimiento real de la economía, disminución del desempleo, menor subempleo e informalidad, lo que debe traducirse en mayor bienestar en términos de ingresos y equidad.

La competitividad empresarial puede lograrse con la interacción armónica de diferentes factores, agrupados en escenarios locales, regionales, nacionales e internacionales, adoptando una visión sistémica y territorial. Si a las empresas les va bien, le va bien al municipio, le va bien al departamento y así el aporte a la economía puede llegar a ser significativo. Un gran cúmulo de estos factores, entre los cuales se encuentra la educación, la ciencia y tecnología, las regulaciones legales, las instituciones, el sistema de financiación, la infraestructura, la cultura y el manejo de la información, se pueden promover desde lo territorial. Por esta razón, no es desacertado hablar de competitividad territorial, pero hay que tener en cuenta, que el centro de todo el proceso es la empresa y no las entidades o aisladamente el territorio, y es allí en donde puede perderse el foco de atención. Por ejemplo, el trabajo con los panificadores, que promovió la Cámara de Comercio de Villavicencio, logró un avance interesante en materia de competitividad, tan efectivo y diciente, que las cifras en materia de mejoramiento de la calidad y aumento del consumo pueden sentirse.

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