viernes, febrero 15, 2008

Villavicencio: Una ciudad veleta


La realidad desborda la capacidad de reacción de la ciudad. Con tantas noticias y hechos extraordinarios, Villavicencio se debate cual veleta que se mueve según los vientos que sean más fuertes. Es terrible concluir que los Villavicenses nos caracterizamos por la poca capacidad para tomar decisiones, pues casi siempre otros las toman por nosotros. De un momento a otro aumentaron los automotores y empezó a llegar mucha gente de afuera. Algunos con ganas de pasear, otros buscando un mejor futuro y tristemente, una buena cantidad de personas desplazadas por la violencia. Que somos destino turístico, que Villavicencio sufre de una fiebre inmobiliaria, que la gente anda como loca comprando y consumiendo por doquier; que la ciudad es punto estratégico para el desarrollo de la Orinoquia, que las cadenas de plata prometen riqueza fácil, que el auge de los centros comerciales y que el nuevo gobierno tiene muchos lastres heredados, son hechos simultáneos que arrasan la cotidianidad. El barco se mueve y las corrientes lo llevan a cualquier lado.

Tal parece que en las actuales condiciones no se puede maniobrar, pues aparentemente todo se mueve en función del caos y la complejidad. No obstante, el esfuerzo de la administración local por retomar el rumbo y plantear una ruta, parece que su empeño no es secundado por el conjunto de actores locales y regionales. Muchos diagnósticos y estudios plantean proyectos regionales y acciones para desarrollar. Nos recalcan que hace falta fortalecer la educación, que hay que formar jóvenes en lo que realmente necesita el sector productivo, que los empresarios no advierten la necesidad de cambiar para ser más competitivos, que el gobierno central nos incumple, que los actuales dirigentes políticos no tienen fuerza en el congreso, en fin. Realmente falta un proyecto de ciudad y una agencia o instancia que oriente de manera independiente el desarrollo local y regional. Un equipo de líderes con ganas de hacer las cosas, con la seriedad para plantearse metas concretas y sin el miedo a parecer ambiciosos.

El destino no existe, el futuro se construye. La pasividad de la acción pública contrasta con el poder económico de las grandes empresas y grupos económicos que tienen el poder de decidir por encima de los intereses de la población residente. Valdría la pena estudiar el origen histórico de la ciudad y darnos cuenta que la ciudad siempre ha cumplido un mismo papel, cruce de caminos como dice la historiadora Nancy Espinel, o una bisagra que articula la Orinoquia con el centro del país, centro regional de distribución de bienes y servicios para el oriente colombiano, siempre altiva, siempre un hervidero social.

Necesitamos un camino que oriente nuestras prioridades y permita aprovechar las capacidades locales. Un desarrollo económico y social sostenible, con anclajes regionales y no un crecimiento espurio basado solamente en la inversión foránea y en la expoliación persistente de nuestro territorio. Un paso nos separa de la hecatombe tan anunciada. La crisis social y el desabastecimiento alimentario que se avecinan, si no se asumen con responsabilidad las riendas del presente. Ciudadanos, es hora que el futuro dependa de nuestra capacidad de deliberación.

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