sábado, abril 15, 2006

El rol del Estado incompetente

Manuel Javier Fierro Patiño. MVZ. Esp. Gestión y Planificación del Desarrollo Urbano-Regional

Colombia ha adaptado para sí las diferentes doctrinas acerca de la intervención del Estado en un modo de producción capitalista. En los años 60 prevaleció el Estado intervencionista y asistencialista que servia de soporte al modelo de sustitución de exportaciones. Las entidades del Estado se multiplicaron, las inversiones públicas se dirigieron a mejorar las condiciones para el desarrollo de la industria y favorecer la modernización en todos los aspectos. Crecieron los sectores industriales ayudados por el Gobierno y se configuró el espacio colombiano, orientando los procesos industriales en el centro de las montañas, privilegiando el transporte terrestre, centralizando las actividades del país en las principales capitales, lo que facilitó la consolidación desigual del modelo. Simultáneamente las regiones se especializaron como resultado de la política pública y de las posibilidades de establecimiento de actividades productivas. Áreas como el Llano, las fronteras surorientales y la costa Pacífica se marginalizaron en virtud de las decisiones del Estado. Prevaleció la idea de los territorios nacionales, vistos como reserva y substrato inhóspito de posibles riquezas. Llano renació para el país cuando se encontró el petróleo en su territorio. Empieza a brotar “oro negro” que sostiene la economía nacional. Las regalías en vez de generar progreso, en algunos casos agudizan las falencias o se despilfarran. Los territorios orientales se autoformaron en ausencia del Estado. En algunas áreas el Estado fue reemplazado por fuerzas alternas bajo el imperio de la violencia. Se construyó un país a espaldas de otro, a punta del sudor del colono, el empuje de la raza mestiza, la depredación del bosque, la sangre de los despojados, las balas de los violentos y la plata mal habida de la marihuana y la coca. La actividad agrícola se da en función del conocimiento precario del productor y no en razón a una estrategia basada en la vocación de la tierra. Aun así, en el Llano con todos los problemas consolida un desarrollo agropecuario, basado en enclaves de economía campesina y algunos rasgos de modernización. Las pequeñas ciudades se hicieron grandes y no asimilaron los cambios de la modernización, mientras tanto la tierra se organizó de manera desigual y soslayadamente. La educación y la tecnología, pese a las estrategias nacionales no llegan a las mismas velocidades y presenta dificultades de acceso. La aparición de un nuevo modelo a finales de los 80, sataniza al Estado benefactor y busca la eficiencia productiva partir del “equilibrio” que genera el libre mercado. Aparecen las ideas salvadoras sobre la competitividad y mejoramiento de la productividad. Desaparecen las entidades estatales de los pueblos y dan paso a los programas de desarrollo rural llenos de requisitos y con miras al sector exportador. Las estructuras políticas permanecen apegadas a esquemas feudales, las instituciones sin puntería en sus políticas y la población sin respuestas. No obstante, persiste el modelo de Estado generador de iniquidades regionales. El mundo cambia incesantemente y la región dormita con indiferencia. Llegó el momento de sentarse a pensar. Los actores regionales no pueden tragar entero el credo competitivo sin masticar sus esquemas.

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