lunes, enero 16, 2006

La Ciencia y el Conocimiento Tradicional

La ciencia moderna intenta mostrarnos un mundo explicable y predecible. Sin embargo, existen campos inhóspitos donde no hay respuestas. Nuestra sociedad está sustentada en una plataforma instrumental, en la cual persisten paradigmas formados a través de siglos de historia humana. Tenemos raíces ideológicas de la Grecia antigua y del pensamiento aristotélico. Las primeras civilizaciones hicieron sus aportes a lo que hoy conocemos como el conocimiento aceptado y que ha estado estructurado de la manera como J Heseen y Mario Bunge describen en sus textos “Teoría del conocimiento” y “La ciencia, su Método y Filosofía”, textos obligados para los estudiantes de secundaria. Sin embargo, hay que considerar que el conocimiento científico actual también tiene sus críticos y que la educación debe preocuparse por generar ese sentido crítico y lograr que los estudiantes no traguen entero todo lo que leen, ven o escuchan. La teoría de la complejidad de Edgar Morín puede sumergirnos en los cuestionamientos del conocimiento moderno, que nos mantiene de cierta forma atados a una inteligencia tuerta. El conocimiento que sustenta a la ciencia moderna muestra desprecio por lo cualitativo, mitifica la incertidumbre y fragmenta el saber en disciplinas que se basan en juicios absolutos, casi dogmáticos. Este conocimiento, es que hace que un abogado no pueda entenderse con un biólogo o que un economista insista en ponerle cifras a la felicidad. Es el mismo conocimiento que menosprecia la cultura indígena y que considera salvaje y atrasado su saber. Ese conocimiento salvaje, es el que sorprende a Claude Lévi-Strauss, cuando en su investigación descubrió que la taxonomía indígena superaba a la taxonomía occidental en muchos aspectos. Es el mismo conocimiento que salvó a tribus indígenas del pasado tsunami en Asia, cuando subieron a las colinas cuando su saber les advirtió que algo andaba mal y que vendría un desastre, solo observar las aves, los peces y la naturaleza. Mientras que las comunicaciones, los sensores y alarmas satelitales del hombre moderno fueron inútiles para evitar la muerte de más de 300.000 personas y que cerca de 2´000.000 de personas perdieran su hogar.

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